lunes, 2 de agosto de 2010

Genes


La luz del sol entraba por el amplio ventanal dejando ver un Steinway marrón oscuro, se destacaban las largas teclas blancas en el apagado ambiente que se encontraba.


Se quebró la calma cuando abruptamente entraron un hombre mayor de unos 55 años, de cara inquietante como la de un loco. Iba precedido por un joven de una edad cercana a los 17 años, su extrema delgadez y sus ojos tristes revelaban a un muchacho infeliz y atormentado. Se dirigió a taburete, busco la posición adecuada puso mas recta su espalda y comenzó a ejecutar con brillantez el Claro de Luna. Imperturbable, seguro y con un estilo perfecto. Cuando concluyó miró a su padre en forma tangencial y lo vio esbozar una aprobatoria sonrisa. Sus ojos antes tristes brillaron de furia, el odiaba todo lo que a su padre le complacía, su manera ruda de tratarlo desde niño, su autoritarismo sádico obligándolo a estudiar día y noche en un instrumento que despreciaba como a un aparato de tortura. Y además no había podido tener la vida simple de los demás chicos de los alrededores. Nunca nada, ni siquiera un regalo que alegrara su niñez. Solamente el abuelo le traía de Alemania unas miniaturas perfectas de autos que se desarmaban. El los coleccionaba y los guardaba celosamente en una caja azul que escondía debajo del lateral derecho del piano. Cada tanto se distraía jugando con ellos mientras el padre no vigilaba.


Cuando terminó la ejecución de la pieza de Beethoven su padre lo palmeó amablemente, hecho que lo sorprendió y mas aún cuando se sentó frente a él y le habló así:


-Hijo, hace muchos años que te exijo que sin cesar practiques en este hermoso piano, que como sabes me costo mucho adquirir, pero hoy pude comprobar que ya eres casi un concertista. Siento como mi sueño cumplido. Tú sabes que desde chico yo quise ser pianista pero tu abuelo me lo impidió. Me obligó a estar día a día en la mueblería que hoy es muy importante y que es mía desde que él falleció. Algunas veces intenté estudiar música, la gran música pianística pero mi torpeza y mis obligaciones impidieron lograrlo. Pero lo logré en ti, hoy me di cuenta. Espero que poco a poco disfrutes del sonido de este instrumento aunque sé bien que no te agrada demasiado. Pero seguiremos insistiendo y algún día lo lograrás…


El joven miró con ojos inexpresivos a su temido padre. Esbozó una desdeñosa sonrisa irónica y calló.


Respiró profundamente cuando su padre pesadamente se alejó de la sala. Una vez que se cercioró que estaría un rato a solas, con cierto temor buscó la caja azul, la abrió y observó detenidamente los autitos alemanes, levantó el diminuto capot y se detuvo en cada una de la piezas copiadas del motor. Los puso en la caja y la guardó nuevamente bajo el piano. Se quedó pensando largo rato, luego sus ojos se iluminaron extrañamente, su boca se endureció y dijo con voz baja pero firme:


-Cuando yo tenga un hijo lo voy a transformar en un gran mecánico de autos!!

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