
Fui feliz a la visita médica de rutina. Feliz porque todo va saliendo como yo lo soñé siempre. Estamos construyendo con mi marido nuestra nueva casa. Como psicóloga me desenvuelvo bien con una apreciable cantidad de pacientes, es decir, trabajo. Mis hijos me adoran, y tengo la dicha de tener padres sanos con los que nos profesamos mutuo afecto. En síntesis, todo bien. La médica me revisó prolijamente. Se detuvo en mi espalda y palpó un pequeño bulto. Un lipoma -pensé adelantando el diagnóstico –algo sin importancia. Siguió palpando e intentando mover el pequeño tumor. Finalmente me dijo que no le parecía un lipoma y que había que investigar. Me dio la orden para una ecografía y me aconsejó ver a un cirujano u otro especialista. El mundo se desplomó, como psicóloga deduje mil posibilidades para reprimir el miedo que me produjo su pre diagnostico. Como siempre las obras sociales me dieron una fecha remota para
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