martes, 27 de julio de 2010

Vela en rosa


Quien será ? -se preguntaba perturbado


El tenía una rara costumbre, encendía una vela, la colocaba en un platito de cerámica blanca y todos los días al anochecer lo colocaba en la puerta de su modesto departamento de dos ambientes.

Su vivienda estaba flanqueada por otros dos departamentos similares.


En el de la derecha vivía una señora mayor muy habladora y chismosa con su hijo solterón. En el otro vivía una mujer de algo más de cuarenta, delgada, que caminaba con la cabeza baja inclinada hacia un lado, casi diariamente se cruzaban en el pasillo, lo miraba como interesada pero solo musitaba una respuesta y se alejaba presurosa.


El asunto de la vela encendida todas las noches tenia una historia. Ricardo vivió con su madre hasta que ella falleció, hacía 2 años, recién ahora estaba terminando de elaborar el duelo y esa costumbre de la vela la seguía porque su madre era muy temerosa y se lo pedía siempre.


Pero últimamente casi todas las noches le robaban la vela, primero quedo intrigado, después temeroso y finalmente no podía entender para que le robaban una insignificante vela. Finalmente se decidió investigar y acechaba noche a noche para poder descubrir “in fraganti” al culpable.


Sus conjeturas lo llevaban a sospechar de los muchachos de los deliveris , del encargado, de algún vecino joven que quisiera fastidiarlo, pero especialmente de la vieja de al lado, y aquí se fijo su pensamiento hasta la obsesión.


Escuchaba los ruidos del departamento de la mujer, adivinaba sus movimientos cuando escuchaba a través de la pared. Si la sentía salir, salía para tratar de sorprenderla, hasta le pareció verla entrar a su casa la noche que salió y la vela no estaba.


Un día decidido increparla, tocó timbre, la mujer le abrió y lo hizo invitó a pasar. Al principio no quería hacerlo pero entró y directamente le dijo si ella le sacaba las velas. La señora sonrió y le dijo:


-A usted le parece que a mi edad haga esas pavadas, debe ser otro, porque no Alejandra, dijo refiriéndose a la otra vecina.


-No, esa mujer no -dijo Ricardo-no la creo capaz…


-No se crea, esa mujer es rara. No habla con nadie, solo se que trabaja en una inmobiliaria. Vuelve casi siempre pasadas las diez de la noche. No sé en que andará la mosquita muerta…


Ricardo cortó la conversación, le daba bronca esos comentarios, pero igual se decidió hablar con su vecina. A los dos días la vió por el pasillo, se puso a su lado y le dijo:


-Discúlpeme Alejandra pero quería hacerle una pregunta.


Ella se detuvo, su carita se sonrojó.


-Quisiera saber si usted no vio a alguien que me robe la vela que enciendo todas las noches por si cortan la luz. – Pero no se atrevió a inculparla.


-Por supuesto que no!! – exclamó Alejandra con voz firme.


Ricardo se intimido diciendo:


-Discúlpeme no fue mi intención ofenderla, mas aún me gustaría comunicarme más con usted, como vecinos debemos llevarnos bien. ¿Qué le parece si un día tomamos un café en casa?


-Puede ser. – contestó ella y se fue.


Él la siguió con la mirada y le causo cierto estremecimiento su estilizada figura.


Se vieron varias veces. Simpatizaron. Ella le contó que por las noches estudiaba dibujo y pintura en el Fader, que había tenido una gran desilusión amorosa, pero que estaba saliendo de su duelo poco a poco.


El sábado siguiente lo invitó a que conociera sus obras en su departamento mientras tomaban un café. Ricardo acepto gustoso, le dijo que su única bronca era no descubrir quien le robaba las velas, pero ante tamaña tontería los dos se murieron de risa.


Ese sábado él se arreglo bien para impresionarla, tocó el timbre y ella abrió.


Estaba deslumbrante, sonriente se diría que feliz. El no pudo más y le dijo:


-Ale me gustás mucho…yo estoy solo y…


-Por fin!! –exclamo ella.


-Por fin qué ? – dijo él, gratamente sorprendido.


Ella lo tomó de la mano y mientras lo llevaba a la otra habitación le preguntó


-Querés ver mi obra ??


Cuando entraron él vio un cuadro con su propia cara, firmado Ale y en el ángulo izquierdo una velita encendida en un platito de cerámica blanca.


En el estante de abajo había una multitud de velas robadas…


Los dos abrazados lloraban de la risa.

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