lunes, 20 de septiembre de 2010

El angel


-Deja de soñar muchacha-gritó cuestionadora la madre- y ponte a pelar esas papas!

Eliana bajo la cabeza y obedeció. Sus manos enrojecidas delataban el frió de la mañana.

Sus veinte años aspiraban a mucho más que eso…

Soñaba con un mundo maravilloso y no con la vulgaridad de la vida diaria. Su casa, hecha de madera y chapa en un barrio tan alejado del centro de la ciudad no le permitían imaginar un mundo mejor. Sólo el parque que se abría a unas pocas cuadras, era para ella una puerta hacia el paraíso.

Soñaba dulcemente cuando hacia sonar su violín, única salida artística que le había permitido su familia itálica.

La música le permitía trasladarse a ese lugar idílico que ella, con sus ojos cerrados, consideraba su origen, su lugar primero.

Otro lugar que completaba sus fantasías era su pequeño y prolijo dormitorio, su cama adornada con un cobertor blanco, la ventana con cortinas de voile rosado, y en especial amaba su silla que ella misma había pintado de un bordó mate, y había bordado un pequeño almohadoncito de cálido color amarillo. Allí, Eliana, se sentaba para ejecutar esa música suave y etérea que le permitían soñar con ese mundo maravilloso y áurico.

Ese día estaba muy feliz presentía que algo muy particular iba a ocurrir. Cerró suavemente sus celestes ojos y oyó el cántico de un violín que venia desde muy lejos. Sus mejillas se sonrojaron ante la expectativa de que algo muy diferente iba a ocurrir, no sabía qué.

El aura se amplió, en su mente una imagen se presentó rodeada de hojas otoñales, ejecutando un violín similar al suyo. Una figura que no se podía definir como femenina. Vestida con una amplia túnica blanca. Un ser que la miraba con lánguidos ojos del mismo color que los suyos y dulcemente, le daba la bienvenida a su mundo espiritual. Alguien que parecía ofrecerse como su ángel protector. Cuando Eliana abrió sus ojos supo que ya pertenecía, definitivamente, a un mundo diferente.

No hay comentarios: