
Muchas veces esta ahí –
se decía el meditador con esperanza.
Era cierto,
en sus largos años de meditador estaba cerca de
“eso”,
más allá de las palabras,
veía esa luz blanca que aparecía en sus entregas profundas.
Esa luz que él presentía cercana al darse cuenta…
Tomar contacto con la realidad, la auténtica, la única realidad.
Pensaba con cierta tristeza que esa ilusión
era un deseo que no se debía permitir,
que carecía de la agnóstica humildad
que había practicado desde largo tiempo.
Pero igual,
cada vez que se sentaba a meditar,
luego de atravesar los primeros estadíos,
relajación, calma,
elevaba al cielo sus ojos cerrados y ahí estaba esa luz blanca,
como una nube que lo serenaba,
lo mantenía estático,
con un profundo estado interior similar al no tiempo,
a la ingravidez, al darse cuenta , se decía: esta ahí !..
Pero esa nube blanca se desvanecía lenta, suavemente.
Al abrir sus ojos irradiaba paz, se sentía sereno,
maravillado más allá de toda explicación… feliz.
Los años pasaron,
su cuerpo pequeño se estremecía en cada meditación,
su calva se erguía luminosa
en las sombras de la habitación elegida para meditar.
Había sabiamente aceptado su condición humana,
los límites humanos, el adecuado equilibrio.
Se encontraba sereno, en paz.
Ese día se sentó dificultosamente,
acomodó sus piernas lentamente,
enderezó como pudo su columna,
cerró sus ojos cansados, aflojó el cuerpo y comenzó a meditar.
Imágenes mentales se fueron desvaneciendo lentamente,
los últimos pensamientos se alejaron río abajo,
estaba allí, solo, tranquilo, sereno…
Una vez más sintió que estaba ahí…
La nube blanca se desplegó como nunca,
su respiración había cesado,
sus cerrados ojos veían ampliar más y más la clara imagen,
se sentía sin cuerpo, virtual, definitivamente
así…como había presentido siempre….después…
Encontraron su cuerpo de una textura extraña…
al tocarlo se desvaneció para siempre….