
La encontré de casualidad cuando iba apurada al entierro de la madre
que había sido sepultada el día anterior, según me dijo.
Yo lo tomé como un comentario de humor negro,
pero ella lloraba…
Nos amamos con vehemencia.
Era creativa, hermosa, simpática y me agradaba sobremanera.
Pero su problema era el horario.
Atrasos desmesurados, inexplicables.
Si sacaba las entradas para un concierto que comenzaba a las diez de la noche
llegaba a la dos de
una llamada telefónica imprevista, el tránsito, un encuentro casual…
Cuando llegamos a la demora número mil,
(no se olviden que la amaba),
hablé seriamente con ella:
-Esto no sigue más, te doy un mes para cambiar
y nos volvemos a ver en esta misma confitería.
¿ De acuerdo?...
-Si, mi amor…-me dijo llorando.
Al mes fui y no había llegado.
Paso por allí hace más de dos años,
por las dudas…
1 comentario:
Hola abue, muy cierto eso, llegar tarde es una enfermedad, que puede venir en forma leve o grave, como este caso...me tengo que cuidar de no agravar mi estado, je.
Besos y cariños , Agus
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